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   Se empieza a sentir la proximidad del invierno. No como en Juego de Tronos, que allí sobreactuaban un poco, aunque en Navacerrada pueden verse las primeras nieves y en la previsión meteorológica de esta semana ya se anuncian días con una temperatura máxima de cero grados. ¡Máxima!
   
   Ayer fuimos a Correos a recoger un anorak de los gruesos, una camiseta térmica y una sudadera bien forrada que habíamos encargado. Ana tenía que enviar unos libros también y entró ella sola a hacer las gestiones por lo del aforo limitado. La de aquí no es la oficina más rápida del mundo, Miguel Strogoff tardaba menos en entregar las cartas que estos en cursarlas, así que pasé un rato largo fuera, echando un vistazo a los alrededores. En realidad Cercedilla no es una población muy grande, pero está bastante desperdigada y para conocerla con rigor hay que tener en cuenta varios apéndices, como en las obras eruditas. 

   Mientras esperaba se me acercó un señor con muy buenos modales. "Disculpe, ¿sabe dónde hay por aquí una librería... para tomar una botella de agua mineral?". Buenos no, exquisitos, porque si andas preguntando por librerías así es que te has criado en uno de esos barrios que el resto de los mortales ni siquiera sabemos que existen, lugares donde los comercios son también bebercios y en las librerías te sirven botellas de agua mineral mientras husmeas por los estantes, o incluso una copa de vino para que te deleites mientras lees los títulos. Y eso en las más vulgares, que en las de copete no se conforman con una simple copita. En esas te preparan un cóctel exclusivo que combine con la sección que estás mirando; de frutas exóticas recién exprimidas si es la infantil, con licores añejos si es la de historia, alguna creativa invención del barman si te has decantado por la de literatura fantástica o un néctar espumoso y agridulce si es la de poesía. "¿Tienen la última novela de Pepito Topipe?". "Por supuesto... Espere que le voy a poner unas rodajas de chorizo de Cantimpalos para acompañarla...".

   Fue una pregunta curiosa, de esas que podrías perfectamente responder por separado pero que formuladas así en bloque te bloquean. Cuando escuché "librería" ya iba a indicarle todo ufano por dónde se iba, y casi que hasta me enorgullecía poder hacerlo, porque eso significaba que ya no era el tipo más novato y perdido del pueblo y que poco a poco me iba integrando. Hasta sabía el nombre: "Librería Fuenfría", y estaba decidido a soltárselo a continuación para que viese que yo también estaba bien educado y no sólo conocía estancos y confiterías, la churrería y el kebab, sino también el establecimiento donde se vende cultura, su ubicación y su nombre exactos. Pero con lo del agua me quedé descentrado, boqueando como un pez payaso en un acuario mineral también, y lo único que hice fue señalar en la dirección adecuada y asegurarle que si la seguía durante unos doscientos metros llegaría al centro del pueblo, y que allí encontraría todo lo que necesitaba y mucho más. 

   Ana tardó todavía un rato en regresar, y cuando lo hizo nos fuimos a la pescadería. Hay un par de ellas en el pueblo, aunque nosotros solemos ir a una que llevan el hermano de Begoña (nuestra casera) y su esposa. Tampoco es la pescadería más rápida del mundo, hay que decirlo, más que nada porque cada compra incluye una animada conversación con la pareja - hasta el punto de que a veces casi ves más cola en el exterior que en el producto.

   Ayer tocaban latinajos, que no es una especie rara de pescados sino su nombre en ese idioma. Después de décadas en el sector la señora se los ha aprendido y cada petición iba acompañada de su denominación "técnica", o "científica" como le corrigió su marido. "Ponme una dorada...". "Una sparus aurata... ¡maaarchando! ¿Te la limpio también?". Eso es profesionalidad y lo demás cuentos, porque además el señor, según nos contó su hermana, es biólogo marino, así que un agua mineral igual no te la ponen mientras esperas, pero como te hagas cliente habitual puedes acabar saliendo de allí doctor, como en la librería. Con la sed de conocimiento saciada, que tampoco está mal.    

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