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Sigue el culebrón con las reparaciones. Después de tres días Rubén y Paulo siguen sin tener agua ni calefacción. El fontanero que pasó dijo que no podía hacer nada hasta que la caldera no estuviese en condiciones, y el técnico de la caldera que era el fontanero quien debería haber arreglado la avería primero. Así que nadie ha hecho nada todavía, estamos en un bucle, y hasta el lunes como mínimo no podremos resolver el enigma de la chapuza embrujada. Ana lleva once llamadas al seguro, una media de casi cuatro diarias, aunque lo único que nos confirman de momento es que habrá que pagar las obras - cosa que en realidad suponíamos, ya que lo único de lo que puedes estar seguro con un seguro es de que no te van a cubrir la pifia. Esto no nos ha sorprendido en absoluto, claro que entre las palizas telefónicas y las mensualidades de las pólizas sí que esperas mejores reflejos, cierta velocidad a la hora de hacerse cargo de la situación y controlarla. No digo yo los de un campeón de pin