25.

    En el escaparate del herbolario hay un cartel que anuncia varios cursillos: de "numerología vibratoria", de "limpieza energética (para casas y personas)", de "péndulo hebreo", de "análisis cabalístico", que no es lo mismo que cabal. Los talleres no es que me interesen mucho, la verdad, pero las hierbas que deben de tener por ahí cada vez más, porque menudos vislumbres. Casi estoy por entrar un día a pedir un cogollo de cosechera de la casa.

   A veces Ana va a por salvia, que es una planta con un nombre curioso, mitad de sabia y mitad de salvadora. Y con una denominación así por supuesto tiene unas cuantas propiedades medicinales. Una de mis asignaturas pendientes - y no sólo literarias, también literales, porque la suspendí en 3º de BUP - es la botánica. Es un campo, y quizá el más campo de todos, sobre el que pienso a menudo en formarme un poco, indagar y leer con alguna disciplina. Aunque al final nunca me decido del todo, y lo que es peor: cuando lo hago lo poco que aprendo en seguida se me olvida. 

   Alguien me reveló una vez un eficaz sistema para diferenciar a las personas que tienen estudios de las que no. Me explicó que cuando les haces una pregunta de cierta complejidad las personas sin estudios siempre responden que no lo saben, y las que tienen estudios que no lo recuerdan. Pues a mí con las plantas me pasa un poco lo mismo; en varios momentos traté de retener en mi cabeza tipos y especies, árboles y flores, pero por algún motivo se me van de la memoria y sólo permanecen en ella las que ya tengo grabadas desde la infancia. Únicamente conservo allí instantes en que, mirando con atención alguna hoja o arbusto, trataba de retener su aspecto en mi mente para poder identificarlas a partir de entonces; aunque las hojas y arbustos en cuestión, no. Tal vez debería insistir más, vale, claro que si la tendencia es tozuda podría producirse un efecto indeseable: que mi cerebro acabase lleno de un montón de horas de aprendizaje, pero sin ningún conocimiento real. ¿Por qué podría cantar diez o doce viejas canciones de los pitufos y sin embargo no soy capaz de distinguir un fresno de un abedul, pese a haberlo intentado? No lo sé, y no sé si quiero saberlo... Ni recordarlo tampoco.

   Supongo que tengo un coco lírico, un "liricoco", que siente preferencia por los versos y sus sucedáneos y eso es lo que almacena. Novelas, biografías de escritores, algunas nociones de historia y deja de contar... El resto se esfuma, como la hierba antes de una buena sesión de péndulo hebreo. Y no es que me niegue a hacer algún esfuerzo para meter en la sesera otras materias y conceptos, aunque a mi edad ya tengo bastante asumido que mi interpretación del mundo siempre será irremediablemente poética. Hay un racionalista latente en mi interior, lo noto a veces, pero muy chiquitín, y tampoco es que sea tan positivista como le gustaría. En realidad es un gnómico de manual, que raja mucho de los pitufos pero porque no se ha mirado detenidamente al espejo. En ocasiones empieza quizá con alguna premisa decente, más o menos elaborada, claro que en cuanto se pone a tirar del hilo en seguida viene el liricoco y se lo liricocome. Se zampa al pequeño gran intelectual como si fuese una pulga de bonito, y a partir de ahí ya se mete en bosques que ni siquiera podría decir cómo se llaman, o si son tropicales o húmedos o caducifolios o qué. Sólo que esas plantas que su esposa trae en la mano son mitad sabias y mitad salvadoras, y que con tener eso presente ya tiene todo lo que necesita por ahora. Y a los cursillos de escaparate que les den...  

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