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Últimamente estamos viendo documentales sobre sectas. Son algo intrigante, la verdad, aunque cuando ya has visto varios se hace evidente que, aparte de los distintos cuentos siderales - o casi "sidrales" algunos - todas funcionan de un modo parecido, y entonces empiezan a perder el glamour.
Ayer estábamos con uno sobre la cienciología, en la que la tendencia sideral ya es absoluta, porque tiene incluso unas cuantas estrellas de Hollywood entre sus abducidos. A uno de los expertos le costaba aguantar la risa cuando salía explicando cuál era en realidad la revelación secreta que se les hacía al final a los fieles más avanzados, una vez que habían superado todos los tramos de crecimiento espiritual que aparecían en el esquema del buen cienciólogo. Según su primer líder, un abollado que casi mata a su esposa porque sonreía en sueños y llegó a encerrarla en una jaula, en realidad somos copias de seres de un lejano planeta que en un momento dado se quedó sin espacio. No espacio exterior, galáctico, sino interior: no cabía ya un marciano más, parecía Benidorm en agosto aquello, así que decidieron congelar a unos cuantos y mandarlos aquí a colonizar, arrojándolos desde aviones sobre unos volcanes específicos para que se les derritiera la capa de hielo. Imagínate que llevas veinte años vendiéndole libros raros a la familia y captando primos, además de las largas sesiones de comedura de tarro, para que luego te salgan con esa milonga. Una señora que se había salido de las órdenes estaba indignada: "¡Yo estudié geografía y sabía que esa clase de volcanes se habían extinguido hace millones de años!", decía. Vamos, que estaba entretenido el relato, con John Travolta y Tom Cruise supernaturales, dándolo todo, claro que no llegamos a terminar porque los seguidores de Trump decidieron asaltar el Capitolio en Washington D.C. y entre los seguidores de Trump y los cienciólogos pues no hay color. Aunque luego todos los que ves tienen el mismo, también te lo digo.
Por lo que voy leyendo hoy hay dos temas fundamentales a debate: los posibles parecidos entre la sedición de ayer y el "rodea el congreso" de aquí (del procés y sus instigadores encarcelados o en el exilio nadie dice nada, curioso) y, por otro lado, el posible perfil del digamos trumposo medio, que casi se ha asociado de inmediato con los llamados "white trash" o "rednecks", esos señores que se llaman Billy Bob y andan por ahí con su camisa a cuadros y zarigüeyas colgando del cinturón. Gente con muy escaso poder adquisitivo según nos dicen pero que, sin embargo, después tienen unos arsenales de armas automáticas y unas furgonetas pick up que vete a mirar lo que cuestan, por no hablar del dinero necesario para viajar desde las caravanas - o baratavanas, bueno - del pantano sureño, con sus caimanes y endogamias feroces, a la capital del capitalismo sólo para pasar allí dos o tres días montando el pollo, su orientación política y sexual favorita.
Considerando que Donald Trump ha sacado 75 millones de votos mucha "basura blanca" me parece esa. ¿De verdad hay tantos billybobos en los EEUU? La cifra es como un 25% de la población total, no creo yo que las ciénagas den para tanto, y pese a que las cifras de blancos pobres seguramente sean más altas de lo que se sospecha (un 12% de ese segmento concreto de población, lo acabo de mirar) tampoco me creo que todos voten lo mismo, ni siquiera que todos voten en un país con un porcentaje de abstención enorme. Los números cantan, y vincular el trumpismo sólo con la pobreza me parece engañoso en un lugar en el que la renta per cápita duplica a la nuestra, con todos los peros que se le quieran poner a la renta per cápita como indicador real de la situación económica. El discurso es otro, no hay más que escucharlo: no redistributivo, sino jerárquico y alienante, como el de casi todas las sectas en cuanto escarbas un poco, y con el mismo nivel de demagogia, de fanáticos y de gurú. El supremacismo en cualquiera de sus manifestaciones es siempre el factor común.
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