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    Para Bruma el horno es como un televisor, y su programa favorito el de asar pollo. Ahora que está tan de moda esa fórmula de los máster chefs, tanto en los medios de comunicación como en los mediocres políticos, ella no iba a ser menos con sus preferencias. Además, el horno tiene la ventaja añadida de que no hay que aguantar las gracias de celebridades y niños salerosos para ver cómo se prepara la pitanza. Decían los de Aviador Dro que les gustaba la televisión porque era nutritiva, y sus razones tendrían, aunque te pones a comparar la parrilla televisiva con la del horno y se queda en nada, en noticias torpemente cocinadas y espectáculos que no hay quien se trague. Bruma lo tiene clarísimo, vamos, y entre lo que sacan en los platós y lo que ponen en los platos no se lo piensa ni un segundo. Que los perros harán sus payasadas pero tontos del todo no son.

   Estos días, aparte de los confinamientos sin fin, hay dos asuntos destacados en la actualidad: el juicio de Cristina Cifuentes, otra máster chef que iba para menestra y se quedó en petit-suisse, y las declaraciones de Pablo Iglesias comparando a Puigdemont con los exiliados del franquismo, una cagada fuera del tiesto que no sólo ha indignado al necionalismo español de costumbre, sino también a buena parte de su núcleo irradiador o como se diga, algo que con este invierno de temporales que nos ha caído no suena nada bien. La verdad es que hace mucho tiempo que no hablo de Pablo, o al menos de ningún Pablo que no sea yo, que soy mi Pablo favorito por encima de Picasso, Escobar o incluso Neruda, que en principio ni siquiera se llamaba así, sino Ricardo. Ahora mismo no recuerdo cuándo fue la última vez que le dediqué una columna al líder omnímodo de Unidas Podemos ni por qué motivo, y supongo que se debe a que hace años que prefiero callarme.

   Las campañas de acoso y derribo a que le someten buena parte de las grandes plataformas de este país son evidentes. Sabemos hasta cuánto paga de hipoteca y qué entidad le concedió el crédito para su famoso chalet, al que sólo le falta el grupo de turistas japoneses sacando fotos, cosa que en el caso (o la casa) de Santiago Abascal por ejemplo ignoramos por completo. No puede negarse que es el candidato al que más explicaciones se le demandan, y también al que más se demanda así en general. No hace mucho publicaban que se había archivado la enésima denuncia ya no sé si por la conexión venezolanoiraní o qué, y en ese sentido cualquiera que no sea muy obtuso puede ver que los ataques son constantes y feroces, cloacas incluidas. Claro que también previsibles: si alguien esperaba otro trato es que no sabe en qué mundo vive. La realpolítica es así, una auténtica timba en la que todos van a tumbarte, y en ella hay que jugar con las cartas y collejas que se reparten y te tocan.

   Pablo Iglesias es un buen tahúr, tiene ese mérito. Su formación en ese campo es considerable por mucho que nos quieran vender la imagen de niñato ingenuo, y el simple hecho de que sea vicepresidente del gobierno lo prueba. Nadie llega a ese despacho por las buenas, y menos representando a un sector ideológico a la izquierda del PSOE. Se podrían hacer muchos análisis sobre el auge y los agujeros de Unidas Podemos, y particularmente soy de los que piensan que a la primera ola le faltó el canto de un duro y le sobró un monedero para alcanzar la presidencia, aunque sin entrar en la multitud de fallos tácticos y hasta de tacto que se produjeron, que otros mucho más leídos y certeros que yo ya han expuesto, me parece innegable que Iglesias sabe a lo que juega mejor de lo que muchas veces se sospecha. Otro asunto es cuál es su juego, claro, y qué bazas quiere hacer. Si una escalera de color para asaltar los cielos o un ful...

   Este fue un poco el problema desde el principio: que Unidas Podemos es de hecho Pablo Iglesias. Se apostó decididamente por el (o por Él, bueno) eliminándose en el trayecto toda disidencia más o menos allegada, y ahora que todo parece indicar que el hostiazo electoral va a ser de órdago, tendencia que ya se viene anunciando desde hace mucho tiempo, la posibilidad de salir de ese círculo pero vicioso que se ha creado al final no parece viable. Sin Pablo y su entorno ya no hay partido ni partida que valga, sólo faroles como mucho, y eso asumiendo que esté dispuesto a redistribuir el poder que tanto le ha costado concentrar en sus manos de póker, que lo dudo. También hay que ser muy obtuso para no querer ver esto, y pese a que el discurso de la necesaria unidad de la izquierda ha podido servir hasta hoy de aglutinante casero, o chaletero si se prefiere, el cansancio y el desgaste empiezan a ser notables, y sinceramente yo no hago más que escuchar a votantes de Unidas Podemos decir que nunca más - o nunca máis en Galicia. Cuidado que cuando empiezan las desbandadas en política no hay quien las pare, y no es cuestión de si a mí me gusta más o menos o si estoy o no de acuerdo con no sé qué decisión: es sencillamente lo que hay. Si vamos a jugar a la realpolítica pues juguemos, aunque entonces estas son las reglas y hay que medir mucho mejor lo que se dice, tanto la utilidad como la sutileza. Porque una cosa es apostar y otra cometer errores a posta.      

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