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    Sigue habiendo cierta controversia con respecto a si la vacuna del covid19 puede dejar o no alguna secuela, aunque que la gente se cuela para conseguirla es algo que ya podemos afirmar con rotundidad. La ya vieja polémica entre anti vacunas y pro vacunas ha dado lugar a una nueva mutación: los apropiavacunas, una españolísima aleación de político/militar/sacerdote que, agazapada en la sierra de Cazorla como el lirón careto, que decía el amigo Félix (Rodríguez de la Fuente, claro) pero con más careto todavía, anda a la caza de la dosis sin contabilizar, del culillo despistado para que alguien se lo inoculille discretamente y casi que a discreción también a juzgar por las cifras que vamos conociendo.

   Porque como es lógico ya hay estadísticas de las vacunas locas. La estadística se ha convertido en otra pandemia, y al interactuar con una vírica de considerable gravedad y variables constantes, si se puede expresar así, el resultado no podía ser otro que una acumulación ingente de resultados que pocos en realidad tienen claro de dónde han salido o hacia dónde van. Cada día es un mar de números, porcentajes y vectores incontrolados que sumados al descontrol de costumbre y multiplicados por la multiplicidad de tendencias y apartados que van surgiendo ya prácticamente nadie logra descifrar. Es verdad que toda información novedosa viene acompañada de dos o tres expertos que con mayor o menor desenvoltura didáctica tratan de introducirnos en los misterios del más reciente epidemiómetro aplicado a las distintas comunidades autónomas, tramos de edad o sexo no binario y teorías conspiranoicas de más acreditada popularidad. Claro que la labor de interpretación y desglosamiento es tan descomunal que por muy buena voluntad que se ponga llega un momento en que resulta imposible diferenciar las categorías siquiera, y no digamos ya si las probabilidades de contagio son más altas en Toledo o Tarragona o entre fumadores de porros o consumidores de leche de soja. Al final casi nos parece más transparente y logrado el máster de Cristina Cifuentes.

   Por supuesto el grupo de los apropiavacunas no iba a ser una excepción y a estas alturas ya tiene su propio marco con las subdivisiones correspondientes: por partidos políticos o judiciales, por profesiones laborales o de fe, por gente que dimite o defiende su puesto o su puesta de inyección con argumentos más o menos esperpénticos... Son todo un cuadro los apropiavacunas, un ecosistema de causas y relaciones en el que necesitaríamos a un naturalista de la talla y la versatilidad de Félix Rodríguez para aproximarnos mínimamente a la cantidad de especímenes sin domesticar que hay en él; a sus rituales, a los espacios donde se alimentan, al grado de fiereza que pueden llegar a exhibir cuando se sienten acorralados por la prensa. 

   Tengo para mí que la mayoría son bastante mamíferos y tirando a depredadores, aunque seguramente los habrá de todo pelaje, desde reptiles de sangre fría a auténticos pájaros. Un ejemplar curioso de esta familia de los delirones caretos es el avispo de Mallorca, un homínido de hábitos llamativos y muy útil para el pastoreo que recientemente declaraba que se había apropiado de la vacuna en una residencia de ancianos porque el Papa le había "instado" a hacerlo. La capacidad de estos avispos para cambiar el color de sus acciones es estimable; algunos tienen un pico prominente para lograr este difícil camuflaje y pueden ocultarse en la maleza confundiendo a rebaños enteros, si bien en este caso parece que ha sido descubierto y que su prodigioso trino y uno a la vez no le ha servido. Cuando algo así sucede sus careos tienden a ser cacareantes, de vuelo gallináceo y con escaso alcance celestial, y entonces lo que hacen es echar un par de huevos duros y seguir como si nada hubiese pasado. Son fasciantes esta clase de avispos y los apropiavacunas en general, criaturas dignas de estudio, y aunque a veces la profusión de estadísticas y clasificaciones puede llegar a desbordarnos merece la pena pararse a observarlos detenidamente y reflexionar sobre el poderoso y elaborado instinto de rapiña de esta singular fauna, evolucionado a lo largo de siglos y siglos. Su enorme riqueza nunca dejará de sorprendernos. 

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