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    Sigue la polémica con esa especie de cruzada de frontera a un principado sin príncipe que anda reivindicando la empresa el Rubius por su canal de Youtube. No entiendo muy bien con qué fin, ya que lo que ha hecho es legal a día de hoy. Si eres una empresa puedes obtener tus beneficios en un país y cotizar por ellos en otro, así que no sé de qué se queja. Normalmente cuando te pones a reclamar tal o cual libertad es porque la ley no la permite. Pides derechos de los que careces, no los que ya tienes.

   Salvo que lo que pretendas sea ampliarlos, o en su caso reducir la insoportable presión fiscal y opresión ideológica a la que al parecer lo somete el estado español. Un poco como los catalanes, o buena parte de ellos al menos, que como la empresa el Rubius consideraban que España les robaba y querían por tanto cambiar de hacienda y hasta de país. Ellos eran más, y tenían incluso una lengua propia y una identidad peculiar (aunque escuchando a el Rubius da un poco la impresión de que él también). Sin embargo, la cosa acabó a porrazos y con gente enjaulada, puesto que la constitución de este estado no contempla en ningún caso la autodeterminación nacional, ni siquiera para territorios históricos, y tengo para mí que tampoco la fiscal para empresas histriónicas. Si bien que no lo contemple no quiere decir que lo mire con los mismos ojos por lo que se ve.

   A veces me pregunto qué sería de empresas como el Rubius sin un estado detrás avalando y protegiendo su querida propiedad privada. Cuánto tardaría algún emprendedor tatuado en entrar en su chalet andorrano, meterle un destornillador por la nariz, susurrarle algunas porquerías al oído y luego largarse de allí con una mochila llena de objetos valiosos y la satisfacción del deber cumplido. Porque los emprendedores son así: van a trincar lo que puedan, sin más límites que los que les impone la ley y la capacidad de la sociedad en la que viven para hacer que se cumpla. Sin eso despídete de tu propiedad privada; y eso por supuesto cuesta dinero, y requiere una sociedad sólida y solvente, sin grandes desequilibrios que la hagan tambalearse a la mínima.

   Es más: mucha gente en esas condiciones podría empezar a preguntarse por qué el chalet del Rubius tiene que pertenecer al Rubius, en base a qué títulos - expedidos y firmados por quién - o principios, y repetir la visita sorpresa pero esta vez con hoces y martillos en lugar del destornillador, para quedarse después allí todos los camaradas emitiendo con sus cámaras un nuevo programa. "Hola, colegas, soy el Obrerus... El Rubius se ha tenido que ir (guiña el ojo) pero no os preocupéis porque voy a enseñaros un videojuego divertidísimo. Se llama "Abolición del Estado", de Ilich Uliánov Entertainment, y tiene tres pantallas a cuál más emocionante. La primera es la de transición, y el objetivo es llegar a la dictadura del proletariado. Para eso hay que acabar con el régimen burgués, con toda la violencia que sea necesaria. No os cortéis con las bolas de fuego, y a los que no caigan con la onda expansiva al gulag de una patada voladora. Una vez superada entramos en la segunda pantalla, en la que hay que colectivizar los medios de producción. Cuidado con los mencheviques, los kulaks, los bakuninistas, los titistas, los quiñonistas... Hay que acabar con todos también, aunque ahora ya tenemos un ejército bien formado y uniformado que nos ayuda. Un truco: si os sale de repente algún troskofascista lo que tenéis que hacer es cambiar la hoz y el martillo por un piolet. Le dais con él en la cabeza y listo: cincuenta puntos y plus de energía. Y por fin entramos en la última pantalla, la superior, en la que sigue la colectivización, claro que con un montón de bonus y extras que hemos conseguido en la pantalla anterior. Así podemos aumentar nuestra capacidad productiva, eliminar el derecho burgués de intercambio de equivalentes y alcanzar la distribución de bienes gratuita, que ya en cuanto logremos todos estos puntos pues el estado se queda sin defensa y poco puede hacer. Le lanzas un rayo de protones cósmicos y se desploma solo, y luego desaparece para siempre y ya está. Quedamos liberados de su tiranía y no hay que volver a pagar impuestos ni nada...".  

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