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    Leo un artículo de Marcos Pinheiro en el que llama a Miguel Ángel Rodríguez "el último superviviente del aznarismo" - Vázquez Montalbán decía "aznaridad". De ese modo suelen definirse aquellas dos legislaturas de liberalismo cidiano, en las que, eso sí, se liberó más suelo urbanizable para el inversor que tierra ancestral del invasor, puesto que salvo lo de Perejil el resto fueron pelotazos. Pero no le falta razón al articulista: a estas alturas el inefable MAR es el único de todo aquel aquelarre de milagreros económicos que continúa en la política activa, y como jefe de Gabinete de la señora Ayuso además, lo cual casi equivale a decir que es el cerebro de su estrategia de comunicación, si es que de cerebro todavía puede hablarse en semejante performance.

   Lo cierto es que se nota el estilo, las secuelas de su escuela. Ese tonto bronco y triscador como el cabrón salvaje, mitad flauta y mitad serrucho. Pese a los múltiples altibajos que ha tenido en su carrera, sobre todo en la automovilística, la apuesta de Miguel Ángel Rodríguez todavía se considera eficaz y sigue siendo una de las preferentes en el partido, si es que de preferentes todavía puede hablarse en él también. Ni su pésima fama ni su conocida enemistad con el señor Aguado, vicepresidente (de momento, que hay lío) del gobierno autonómico, han podido acabar con él, y como uno de esos pícaros de novela que todo lo resisten sigue aguantando estoico, incombustible, sin que todo el terremoto de tramas y procesos a sus antiguos compañeros le haya hecho ni temblar. Es un superviviente, esa es la palabra, que si participara en el célebre concurso televisivo se adueñaría de la isla mucho más rápido que Trillo de la de Perejil y se jalaría en directo la sesera del resto de concursantes con una botella de Chianti, explicándole a un Jorge Javier boquiabierto que estaban intentando adoctrinarle o algo parecido. Porque yo desde luego ya le había dado por amortizado en política hace más de dos décadas, cuando lo sacaron de portavoz por impresentable, pero el caso es que ahí sigue contra todo pronóstico, un poco en la sombra aunque aferrado al sillón decisivo como una lapa. Si hubiese una guerra nuclear al final sólo quedarían en pie las cucarachas, las ratas y Miguel Ángel Rodríguez.

   No creo que sea un hombre de muchos méritos, si bien hay que reconocerle uno: domina el discurso faltón y sobrado, y comprendió su importancia cuando muchos lo consideraban todavía una táctica dudosa. En ese terreno es justo admitir que fue un pionero, un adelantado. Cuando lo más intrépido que podía escucharse en el parlamento eran las guasas de Alfonso Guerra, actor y modelo socialista, MAR le dio otra vuelta de tuerca al guion de la derecha y liquidó la solidez de patriarca lucense de Fraga, su realismo caudillista, para explorar nuevas formas más surrealistas y transgresoras, una especie de punk de corbata en el que el háztelo tú mismo no sólo se aplicaba a la economía sino también a la oratoria. No importa lo que se diga, queridos, mientras se diga sacando la lengua y por supuesto beneficios. Era la movida aplicada al conservadurismo, con sus pegamoides y sus Derribos Arias y un líder que podría haber sido perfectamente el de Glutamato Ye-Yé... Había que provocar, que desafiar lo establecido y crear la rebeldía de derechas para superar ese complejo de estirados sin votos que arrastraban desde el franquismo, para convertir ese desfase temporal en uno sin horario de regreso y con coches estampados y el usted no es nadie para decirme a qué velocidad tengo que conducir. Esa fue la visión de Miguel Ángel Rodríguez: el rock and roll facha, los riffs y rafes de jevi mental para lograr que el neoliberalismo desbocado y bocazas llenase los estadios y el estado, y aunque a veces se pasó de vueltas con sus declaraciones, cosa que a cualquier roquero digno de ese nombre le sucede, todos acabaron comprendiendo en su grupo que ese ímpetu era precisamente lo que necesitaban, y que si bien no se podía dejar a MAR suelto, porque era ya un sujeto demasiado incontrolable, ese aire de puro sin filtros, de canuto para el concierto nacionalcatólico, era la respuesta a sus plegarias. 

   Hoy ya nadie duda de los resultados de la fórmula, y hasta hay partidos que han hecho de la incorrección bandera. Es el espectáculo que ofrecen; el mensaje y las repercusiones no importan a nadie y lo único que su público quiere es al vocalista montándola muy gorda, insultando y siendo el más radical del cartel. Así que ahí sigue y seguirá Miguel Ángel Rodríguez: de manager, de productor... Sin salir a escena pero componiendo todavía los grandes temas que cada día nos encontramos al entrar al periódico y ver los titulares que pegan más fuerte, a las nuevas bandas políticas que se lo comen todo en el panorama nacional. A la señora Ayuso por ejemplo,  con sus exabruptos y sus movimientos de niña bien poseída, igual que Angus Young con su uniforme de colegio privado, o esas agudezas chirriantes que tanta gente dice no entender... Pero es que ese es el rollo, tíos. Son los Hace de C.E.O. Vosotros sólo tenéis que dejaros llevar. 

  

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