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    Sigo con Pachman, porque es mi blog y hablo de lo que me apetece. Si quieres ahondar en la disyuntiva entre socialismo o libertad en Madrid hazte uno tú, no te jode.

   Según cuenta, creo que en un capítulo dedicado a su relación con Bobby Fischer, los buenos jugadores de ajedrez suelen ser personas "cultas y multifacéticas". Creo que esas son las palabras exactas que utiliza, o al menos las que eligió el traductor. En mi modesta experiencia estoy de acuerdo: los buenos jugadores de ajedrez que he conocido encajaban más o menos en ese perfil. Aunque luego añade que a partir del siguiente peldaño, cuando ya no sólo hablamos de grandes jugadores, sino de jugadores enormes, gigantes, la gente ya empieza a ser más peculiar. Peña llena de rarezas, de manías, con obsesiones patológicas y una dificultad evidente para socializar en condiciones. Lo que hoy se conoce como "nerds" o "friquis" o etc., vamos.

   Pone los ejemplos de Alekhine y Fischer, que sólo eran capaces de hablar de ajedrez y nada más. Cualquier otro tema les resbalaba, como quien oye llover. Dice que en cierta ocasión paseaba con Bobby y se cruzaron dos chicas preciosas, y que un poco por aligerar la conversación le insinuó: "Qué hermosas son las mujeres yugoslavas...". Él le contestó con un seco y cortante: "Chess is better...", el ajedrez es mejor, y siguió ahí divagando sobre sus complejos movimientos y movidas.

   Las leyendas tienden a ser inaguantables en directo, y de ahí que haya que inventar mitos para no tener que enfrentarse con la triste realidad. El parecido entre divo y divertido es puramente casual, y en muchos casos la fascinación que despiertan en millones de individuos se eclipsaría en cuestión de horas si tuviesen que aguantarlos. Personalmente cada vez me atraen más los llamados "segundones", ese peldaño anterior del personal multifacético y cachondo - ya que si eres culto tienes que ser algo cachondo también, si no es trampa. Sin humor no hay inteligencia, que no te engañen, si acaso sólo genialidad, que no es lo mismo. Quizá no llegas tan alto pero te ríes más, y hay un momento en la vida en que sopesando las dos opciones te decantas sin ninguna duda por lo segundo y por supuesto por los segundones. Como decían Faemino y Cansado yo soy subcampeón, que es más que campeón.

   Mi amigo Andrés me contaba el otro día que hace tiempo se desplazó a Rusia para adquirir los derechos de una obra inédita: "Yo fui víctima de Bobby Fischer", de Mark Taimánov, que además de ser un buen jugador de ajedrez era pianista. Se hizo famoso sobre todo por haber recibido una paliza del norteamericano: un 6-0 por el que casi no le dejan entrar en la Unión Soviética de la vergüenza nacional que les dio. Después cuando salía a jugar le hacían chistes: "Que gane el peor", y escribió un libro riéndose de sí mismo, de su aplastante derrota, con un título así de elocuente. Su viuda le dijo a Andrés lo sorprendida que estaba porque alguien quisiera publicar esa pequeña obra, y lo sorprendida que estaba también porque nadie lo hubiese hecho todavía. Según Andrés está siendo un éxito, dentro de lo que se puede considerar "un éxito" en la literatura ajedrecística. Varias editoriales extranjeras ya han negociado con él los derechos para sacarlo en sus respectivos países. Lo que se puede aprender de un segundón con conciencia de clase y hasta de clases no está escrito, y en un mundo en el que parece que sólo los primeros cuentan tal vez habría que empezar a plantearse lo que es exactamente ser un ganador, o incluso ser ganado. Como disyuntiva me parece mucho más interesante que esa de socialismo o libertad, que es de una simpleza aterradora.   

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