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    Ayer estuve echándole un vistazo a un debate sobre las incorrecciones - en este caso no políticas, sino ortográficas - de la nueva consejera de Educación y Cultura de Murcia, doña María Isabel Campuzano. Entre los comentarios se podían leer faltas y faltosos de todo pelaje, aunque me produjo cierta ternura uno de un señor que afirmaba que esa clase de errores al escribir no tienen importancia si lo que se dice es "comprensivo". A punto estuve de darle un "me gushta" al estilo Rajoy.

   De hecho, me recordó ese traspiés suyo tan espléndido de "somos sentimientos y tenemos seres humanos". La frase es de una profundidad mariana - "mariana" no por el ex presidente en este caso, sino por la fosa oceánica - y de haberla pronunciado en serio se habría ganado mi voto. Hay lapsus que a veces conducen a hallazgos magníficos, mucho mejores que el pensamiento original, y este de perdonar las faltas de ortografía si lo que se dice es comprensivo me parece un gran ejemplo.

   Lo que no tenía tan claro es que el documento de la señora María Isabel Campuzano fuese de verdad comprensivo. Hasta donde yo sé las políticas educativas que pretende llevar a cabo su partido son justo lo opuesto: excluyentes y sin la menor empatía, y tal vez por eso me costaba excusar sus múltiples gazapos. En caso contrario probablemente lo habría hecho. Podría haber considerado peccata minuta todas esas comas que se come, un documento oficial al que habría que degradar a soldado raso o corneta del pelotón por faltar de ese modo a nuestros signos nacionales, ponerlo firmes en lugar de firmarlo. Pero es que así me resultaba imposible no sentir vergüenza ajena, casi escalofríos sólo de pensar en las potenciales consecuencias, y claro, de pronto me entró la duda de si no estaría siendo poco comprensivo yo también.

   Porque a lo mejor la señora consejera de Educación y Cultura tenía cosas más importantes en que ocupar su tiempo que en puntos que pueden ser uno, dos o tres... Quizá su mente estaba en otro lugar en ese momento, cavilando sobre la mejor manera de rescatar a nuestros renacuajos del adoctrinamiento y llevarlos a un mundo de vigorosa y lozana cultura española, donde puedan elegir libremente entre todas las opciones intelectuales que existen, siempre que sean opciones decentes, claro está. Y cuando alguien reflexiona sin descanso sobre cuestiones tan oportunas y relevantes, ¿qué puede importar una tilde de más o de menos? ¿Vamos a ponernos a revisar y corregir los textos cuando estamos a punto de caer en las redes del comunismo y la molicie? Los canijos no necesitan aprender a escribir, eso ya se lo enseñará la vida; lo que necesitan es ser españoles auténticos, sacrificados y triunfadores. Reconquistar Jerusalén a mandobles y demostrarle al infame sarraceno que aquí hay hombres y mujeres dispuestos a no ceder ni un milímetro de su tierra ancestral, a morir si es preciso en nombre de los altos ideales y valores de su madre patria y la santa iglesia de Roma... "¿Eso entra en el examen, profe?". "¡Pues claro, maldita sea! ¡Si os pregunto qué es la cultura occidental me lo ponéis! ¡Y sin relativismos ni mariconadas...!". A alguien que tiene su cabeza ocupada en semejantes grandezas no podemos irle con tonterías así. Es un poco como pedirle a don Quijote que se lea la gramática de la RAE antes de hablar. El alma ibérica es anárquica, mística, austera, no entiende de ortografías ni atiende a más normas que las que le imponen su honor y su unión con Cristo Nuestro Señor en sagrada comunión de cuerpo y espíritu. De modo que no sé... ¿podemos a echarle en cara a la señora Campuzano faltas tan insignificantes cuando pese a sus despistes nos muestra con tanta elocuencia la más pura tradición de nuestro país? Con que lo copie otras cien veces yo creo que ya sería suficiente.

    

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