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    Pablo Iglesias anuncia que abandona la política y los elogios en prensa no se hacen esperar. El diario AS, siempre deportivo, lo describía en un titular como "la mayor rata que ha habido en España", definición que atribuye a "deportistas sin piedad" - que supongo que serán como los sin fronteras pero en chungo. En El Mundo fueron algo más comedidos, aunque no menos comediantes, y le nombraron "el audaz importador del populismo", como si semejante cosa no existiera ya desde los tiempos de Julio César y mucho antes. 

   Pero bueno, el caso es que el líder de Podemos parece haber dejado una larga lista de "haters" a sus espaldas. Los haters, igual que el populismo, ni son un invento reciente - César tuvo también sus idus y brutos alrededor - ni hemos tenido que importarlos de ninguna parte, porque aquí en España los hay y los ha habido siempre como para exportar. 

   El otro día, en el supermercado, vi a un tipo intentando que despidiesen a una pescadera por la sencilla razón de que no estaba allí cuando él llegó. Era su hora - o quince minutos, bueno - de descanso, y así se lo explicó el dependiente de la charcutería mientras me partía un buen pedazo de rulo de cabra. "¡Llevo esperando media hora!", bramó entonces el señor, que era de esos de usted no sabe quién soy yo, aunque todos lo sabemos perfectamente. Falso. No llevaba ni diez minutos. Claro que si él decía media hora era media hora, y se puso a exigir a gritos una hoja de reclamaciones. Vino la encargada a tratar de calmarlo, a explicarle que los trabajadores tenían derecho a un descanso en su jornada, pero de pronto la media hora anterior había subido a cuarenta y cinco minutos de reloj digital japonés y el hecho era tan indignante que no podía dejarlo pasar sin subirse el pantalón hasta el ombligo para ponerse más farruco todavía. Todos sabíamos que se estaba inventando la película, incluso la encargada, y que no era más que el típico calvorota que alborota - con el agravante, además, de que el lío en el que quería meter a la chica de la pescadería por la cara podía tener consecuencias considerables si en la oficina se creían su versión, o su bulo más bien. Pero el faltoso siempre tiene razón, así funciona, y ante su insistencia cada vez más furiosa y machacona no quedó otra que ceder y permitirle que cursase su reclamación oficial, que después de todo es un derecho tan legítimo como el del descanso laboral. De modo que en caso de conflicto entre ambos no queda otra que escoger, posicionarse, determinar cuál es más importante en lugar de si han sido o no importados. Esas son las elecciones que cuentan, o al menos las que cuento yo y trataré de seguir contando. Y los deportistas o deportadores sin piedad que la chupen, como decía Maradona. Aunque él se refería a los periodistas pelotudos si no recuerdo mal. 


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