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    No puedo decir que conozca en profundidad la obra de Franco Battiato, aunque su disco "Nómadas" me lo sé prácticamente de memoria. Recuerdo que lo encargué en el Círculo de Lectores cuando era renacuajo, y durante un tiempo lo escuché casi a diario. Hubo varios singles en ese trabajo: "Bandera blanca", "Yo quiero verte danzar", "Perspectiva Nevski", el que daba título al álbum... Fue un auténtico éxito, y hasta Martes y 13 incluyeron una parodia en el especial de Nochevieja. 

   A mí había una pieza que me tenía fascinado: "La era del jabalí blanco". Me pasaba como con el "Yo soy la morsa" de los Beatles; estaba convencido de que alguien capaz de hacer funcionar una canción con ese título tenía que ser bueno por narices - y además en el caso de Battiato el vigor de las narices no ofrecía duda, porque aparte de espiritual era físico. ¿En qué piensas cuando decides escoger un estribillo que dice: "Espero que retorne pronto la era del jabalí blanco"? O sea: tienes que pensarlo mucho o no pensarlo en absoluto, y ya si vas a acabar con un fragmento en árabe o no sé qué idioma ni te cuento. Si yo fuese compositor tragaría bastante saliva antes de grabar imaginando el careto de los ejecutivos de la discográfica al oírla, después de haber puesto pasta para el estudio y el ingeniero de sonido, o la del público al verme sobre un escenario haciendo el egipcio serio y soltando milongas así... Aunque supongo que por eso no soy Franco Battiato, y que nadie salvo él podría serlo. Para echarle esas narices al asunto, o ese cuajo mejor, y que encima cuaje, que te quede un tema hechizante y con sentido, capaz de comunicar musicalmente una atmósfera y una sensación, hay que valer, queridos. Hay que ser un artista por mucha cara rara que te quieran ver.

    La línea que separa al creador del impostor, si es que existe, me parece muy imprecisa. La sinceridad siempre es incompleta, es decir, incierta, matizable al menos, y a veces es la capacidad de transmitir lo que marca la diferencia. El artista común sólo se engaña a sí mismo, y el grande es el que además te engaña a ti. Te atrapa en su nebulosa de palabras, imágenes o sonidos hipnóticos, como un mago al que no le puedes ver el truco. En esos chutes de belleza concentrada hay siempre una verdad que reconocemos aunque no la conozcamos, una revelación que sentimos.y pasa a formar parte de nosotros, que amamos incluso. La ficción artística se vuelve real, profunda, y tanto quien la imaginó como quien se la apropia comparten un vínculo y una experiencia imposibles de lograr de otro modo. Una especie de trance intelectual en el que encajamos la vida, en el que la descubrimos. No nos importa si existe o no la era del jabalí blanco; sólo esperamos que retorne pronto. Y aunque en el fondo somos conscientes de que nunca volveremos a verla la gratitud ante su ausencia nos conmueve. Está siempre ahí.   

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