76.

   Llevo una temporada en la que apenas escribo en este cuaderno. En parte por mi nueva y absorbente afición al ajedrez, que me tiene la mente secuestrada, y en parte por cansancio de la actualidad política, que cada día me llama menos. De hecho, cada vez que alguien intenta disuadirme de mi apatía sobre estas cuestiones me argumenta que la política es importante, que nos afecta a todos, pero raras veces que los debates y la manera de debatir en que ha derivado tengan algún interés. 

   Igual que el ajedrez la política se puede practicar a un nivel infantil (o bueno, básico más bien, porque hay niños que son auténticos monstruos del tablero) o experto, con una visión y una maestría al alcance de muy pocos. La diferencia es que al final en el deporte los mejores se distinguen y vencen por la finura y la precisión de sus estrategias, por crear movimientos de una belleza y una eficacia increíbles, insospechados y brillantes, mientras que las chácharas parlamentarias resultan cada día más lamentables. En lugar de elegir a los Carlsen, a los Dubov o Nakamura de las ideas, parece que en esa actividad tan importante y que nos afecta a todos los que ocupan el primer plano o plan son los más cutres, demagogos baratos incapaces de defender su posición sin que alguien se la redacte en una tarjeta y con frases no demasiado complicadas. Si te sientas a medirte con Anish Giri te derrotará una y otra vez. Cada imprecisión que cometas la detectará al instante, y sabrá por qué es un error y cómo refutarlo con una lógica implacable. Con solo mirar la situación de las piezas hará un análisis inmediato de cuáles son las mejores opciones y las peores debilidades, porque sabe a lo que juega. Es un profesional en lo suyo y no necesita asesores de imagen ni periodistas en nómina para demostrarlo, para que nos descubran a la chusma la solidez de sus principios teóricos. Son evidentes; se revelan solos una vez que se ven en acción y acorralando poco a poco al rey rival hasta hacerlo caer. La inteligencia no necesita lameculos ni fanáticos para serlo, y su esencia se entiende aunque uno no haya estudiado. El elitismo no es pensar que hay personas mejor preparadas que otras para desempeñar tal o cual función; es tratar a la gente como ganado al que hay que alimentar con pienso intelectual en lugar de pensamiento destilado. Quien te trata como a un idiota es porque así te considera, no hay más misterio. En las partidas de ajedrez, en los partidos políticos y en la China comunista. No es quien te intenta mostrar ideas o lenguajes complejos quien te humilla, sino quien no te cree apto para comprender, únicamente audiencia a la que hinchar con sensaciones, chismes y colorines.

   Además, este iba a ser un cuaderno sobre Cercedilla. Sobre la nueva vida que hemos iniciado aquí y mis impresiones y demás milongas. Por supuesto me reservaba, y me reservo, el derecho de hablar de lo que me dé la gana, claro que al final siempre me acabo inclinando más de lo deseable a eso que llaman la actualidad política y la verdad es que cada día me aburre más. Es un auténtico fangal en el que ya no veo ni el humor que antes veía, y viviendo en un entorno como este hablar de porquerías dice muy poco a mi favor. Así que tal vez volveré a teclear con alguna regularidad, pero creo que intentando acercarme al propósito que dio origen a este cuaderno, que no fue otro que el de hablar de mis chorradas. Las de los demás que las expliquen ellos si quieren, no te jode.    

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