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    El otro día fuimos a caminar por Las Dehesas, en Fuenfría. Primero por la calzada romana y luego por la borbónica, cuyas calzadas son históricas también. Es un lugar muy empinado y lleno de pinos, de unos pinos imponentes como sacerdotes de varios metros. Ana dice que los gatos son pequeños budas, y siguiendo esa lógica supongo que los árboles también, pero enormes. De hecho, sin ser ni de lejos un experto tengo entendido que Siddhartha alcanzó la iluminación sentándose a meditar bajo una higuera, una ficus religiosa. Y al precio que está la energía últimamente alcanzar la iluminación así de gratis, sin necesidad de manipular los contadores, no es ninguna broma. Claro que los árboles son criaturas que enredan de manera misteriosa con la luz, que le dan texturas insuperables al fundirse con ella. Son el vello erizado del horizonte, su sello inconfundible y su mejor estampa. 

   Ayer empecé "El árbol", un libro precioso de John Fowles. Un breve (104 páginas) ensayo autobiográfico o por ahí escrito en lo que yo llamo "prosa inglesa", que es esa que sólo algunos nativos de allí son capaces de perpetrar con la distinción necesaria, como sólo un español puede cantar flamenco. Hay imitadores de todo pelaje, porque cuando se consigue es espléndida, cualquier insignificancia que cuentes parece una genialidad, y no digamos ya si lo que narras es interesante encima, o hermoso. Aunque el falso prosista inglés es como el guiri por bulerías. Por mucho que estiren los adverbios o busquen la ingeniería no encuentran el tono, ya que además de un pedante hay que ser un pedante con encanto para lograrlo. Ser maleducado con unos modales exquisitos por ejemplo, o alguien capaz de hablar de esas figurillas de porcelana que nunca comprarías salvo para regalárselas a tu enemigo como si fuesen el mayor tesoro de la creación. No son las formas ni el idioma; es el carácter, la neura local elevada a la categoría de estilo. Y querer copiarles es como hacer balconing literario; ni con la piscina medio llena lo recomendaría. Sólo ellos pueden describir las manzanas Charles Ross o Lady Sudeley o Peasgood's Nonsuch con emoción; hablar de la pera Comice como "la Beethoven de la pomología inglesa". A ti te importan una mierda la Cox Orange o la James Grieve, reconócelo, ni puedes distinguirlas ni sabes saborearlas de esa particular manera. Tienes que ser inglés para adentrarte en esas frondosidades y poder incluirlas en tu obra sin que el público piense que te falta un hervor, una patatina para el kilo. Para que sientan que lo que escribes es de verdad elegante y no una simple lista de la compra glorificada, una buena paella de campo en lugar de ese arroz con cosas que les sirven a los británicos.

   En su libro sobre Tierno Galván, Umbral recoge una frase suya que me parece redonda: "Cultura es lo que no sabemos". Tiene como mínimo una doble lectura, igual que la palabra que trata de definir. Cualquier persona que se considere muy culta no lo es, y si además alardea de tener una cultura inglesa por haber ido a un colegio de pago o incluso de pega despídete. O vete sin despedirte, como prefieras. Ahora existe la manía de considerar más relevante lo que ya sabemos de memoria que lo que no sabemos todavía, cuando el objetivo de la cultura es precisamente ir adquiriendo de manera sostenida y sostenible para nuestra modesta sesera lo que siempre nos faltará para conseguirla. Y un ministerio de cultura debe por tanto esforzarse en proporcionarnos lo que no tenemos; no lo que tenemos ya. La canción del verano no es mala ni buena - aunque tiende a ser mala, cierto - pero no nos descubre nada, y tenemos más acceso a ella del que desearíamos muchas veces. Así que al final la cultura es la música que no suena, la que no hemos conocido todavía y deseamos escuchar. Esa potencia que mueve nuestra mente y nuestra sensibilidad para encontrarla, para no dejar de perseguirla jamás. El bosque desordenado que, cuando atendemos debidamente, nos deja ver por unos instantes el árbol y sus magníficos frutos bajo una luz como de acuarela. Esa belleza inalcanzable, imposible de escribir o describir, es la cultura. 


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