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    Se habla estos días de los policías municipales que le pidieron bruscamente "los papeles" a Antonio López mientras pintaba en la Puerta del Sol. Bueno, al precio al que cotiza su obra yo le habría pedido mejor los lienzos. Antonio López es uno de los artistas más celebres de este país, capaz de retratar desde un viejo retrete a Álvarez Cascos con idéntico espíritu, y al margen de su fama, o incluso considerando los conflictos habituales/históricos entre autores y autoridades, sorprende que con esta nueva ola de libertad en la capital (o en el capital más bien, que ese es el truco) puedas tomarte desde una caña cañí a un café con leche relajante, que me figuro que será el descafeinado, aunque no pintar tranquilamente en la calle sin resultar sospechoso. 

   De hecho, tengo para mí que en casi todas las dictaduras puede uno consumir bebidas en las terrazas de los bares. No es eso lo que suelen prohibir. Las paranoias totalitarias van en otras direcciones, y achantar con señores uniformados a personas que se expresan públicamente es una de las más comunes. Conviene no olvidar esto. El neoliberal medio tiende a reclamar la no intervención del estado en los asuntos económicos porque según ellos ese control financiero otorga un poder excesivo a la administración. Ni hablar de tasas, de impuestos, de seguridad social, de expropiaciones... Todo lo que limite la propiedad privada atenta contra la libertad y es potencialmente peligroso en caso de caer en manos de un gobierno opresor o corrupto. Puede que hasta tengan su parte de razón, si bien disociar el estado y la propiedad privada como si no tuviesen una relación causal - sin estado no hay propiedad privada y viceversa - ya es como para repetir bachillerato, por no hablar de que luego siempre caen en la paradoja de afirmar que casi lo único que debería financiarse es el sistema judicial y las fuerzas armadas y de seguridad. 

   Y digo paradoja porque si realmente ese poder es tan opresor, si es o pretende ser dictatorial, poner en sus manos un buen ejército o una policía con arsenales de aquí a Perú, o a Venezuela si usted lo prefiere, sería la peor idea de todas. Exprimiendo un poco la fantasía hasta podríamos imaginar un régimen totalitario que no dejase a la peña tomar cañas, vale, aunque ninguno capaz de imponer sus locuras a la fuerza sin disponer de la fuerza suficiente para hacerlo. Por eso las dictaduras suelen definirse como militares y no como sanitarias o docentes o de asistencia social. El personal de enfermería no tiene la capacidad de tomar el congreso; un buen puñado de generales golpistas, sí; y de ahí que no se entienda que si uno desconfía del estado y lo considera un riesgo potencial pida a continuación que se mantengan y se refuercen precisamente sus órganos con mayor capacidad para reprimir al personal llegado el caso. O te fías del estado como garante de los derechos y libertades o no te fías, y si no lo haces antes que los hospitales y las escuelas quítale las pistolas y fusiles, tío. Que con eso sí que nos puede dar caña a todos.

   Como es sabido Víctor Erice rodó en su día (1990) una película sobre Antonio López: "El sol del membrillo". Una especie de documental en el que se adentraba en la vida y la casa del pintor para filmar, entre otros asuntos, cómo intentaba captar en un cuadro la luz del sol sobre las hojas y frutos de un membrillo que tenía en su jardín - o al menos eso es lo que yo recuerdo, porque la vi hace la tira ya. López es un pintor realista, extremadamente meticuloso, y era alucinante ver su manera de enredar con los colores y reflejos, de buscar el tono y momento exactos durante meses para conseguir lo que pretendía. Creo que al final no lo lograba a su entera satisfacción, y que el lienzo terminaba con otros muchos inacabados que tenía por ahí. Hoy ya habría que rodar otra historia: "La Puerta del Sol de los membrillos" o algo parecido, porque si queremos ser realistas es lo que hay. Un anciano intentando retratar el Madrid actual con paciencia y maestría y dos señores que no se sabe muy bien qué es lo que pintaban allí. Pero una alegoría de la libertad seguro que no.     

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