88.

    Nunca llevo el ordenador a Asturias, y de ahí que lleve tiempo desconectado. Y además desconectado pero bien, porque cuando me enteré de que los talibanes estaban haciendo su particular agosto ya casi era un hecho consumado. Pasar once o doce días sin noticias, sin internet ni televisión, es una experiencia que debería ser obligatoria, y no sólo por la limpieza mental que acarrea, sino por el impacto que produce volver a conectarse después a eso que llaman la actualidad, con sus desastres masivos y sus tarados religiosos armados hasta los dientes. Apenas un día antes vivías ajeno al mogollón, leyendo tan tranquilo - a Pirandello y Evelyn Waugh, enormes los dos - o disfrutando del paraíso natural, pero de pronto enciendes la caja tonta de nuevo y en cuestión de minutos comprendes que el mundo es una mierda y que vamos a morir todos. Que el famoso progreso es eso en realidad.

   Los analistos dicen que claro, que es que en Afganistán había una corrupción que te rilas. ¡Sorpresón! Con lo honrado que parecía el tío ese que habían puesto ahí a cortar el bacalao, fíjate, y resulta que se ha pirado a Turquía podrido de pasta mientras los pastunes de allí salían de las cuevas en las que permanecieron década y pico resistiendo y esperando el desquite. Gente además que lleva mamando guerra, una u otra, desde que nació, porque en esas latitudes las batallitas no sólo las cuenta el abuelo, también los niños de preescolar. Para ellos la violencia no es ninguna anomalía. En realidad la ven más como una salida laboral. Por no hablar de que tienen la chola sorbida con el Corán. Quizá en otro momento fueron gente más pragmática, pero de pronto se sintieron renacidos en Alá, y después de ese renacimiento llegó el barroco, y luego el rococó, y ahora calculo que deben de estar ya en el dadaísmo islámico o por ahí. A punto de llegar al punk, vamos. Pensar que para mantener a raya a una etnia de guerreros abollados de ese calibre bastan cincuenta pelotones de pelotudos, cuando ni los soviéticos lograron doblegarlos en su día, es tener la brújula muy averiada, y no creo que sea el caso. Mi impresión es que en el fondo a los solucionadores oficiales les importa un carajo, y que cada vez que invaden un país para llevar la democracia y tal las cosas acaban más o menos donde empezaron, o incluso peor. Que igual que para los cachorros talibanes las armas y el conflicto son también una especie de salida económica para ellos, su manera de encontrar otro falso paraíso, con lo fácil que sería conformarse con los que ya tenemos y dejar de joder al prójimo. 

   Claro que la codicia y la estupidez humanas son insaciables, infinitas, y mucho me temo que ese es el enemigo invencible al que nos enfrentamos una y otra vez, en todas las épocas y lugares. Corrupción y fanatismo es lo que hay, el denominador común de todas las miserias y masacres que vemos cada día. Así de sencillo, y así de difícil también, porque para cambiar eso hasta llegar a unos niveles de cordura planetaria razonables nunca sabe uno qué es lo que habría que hacer exactamente, cuál sería el mejor planteamiento. Decir que "la educación" es muy socorrido, y supongo que hasta cierto, si bien se trata de una simple palabra hueca si quienes deberían ejercer de maestros están igual o peor que los supuestos alumnos. Si lo único que les enseñan es a matar mejor, con chismes más sofisticados, o a coger los dólares y luego largarse dejando a otros el dolor.

   La educación es un proceso que comienza al nacer y acaba con la muerte, que es la gran conclusión de la vida. No es una materia, sino una actitud, y todas las secuelas y secuelas influyen en ella. Cada lectura, cada relación, cada principio, cada cadáver... No hay dos personas que hayan recibido la misma, y en el fondo educar y educarse (bien, quiero decir) es tener un intercambio honesto con otros, no razón. La duda es la clave, y quienes la desconocen y no hacen más que recitar o imponer dogmas los mal educados. Todos nos equivocamos, no podemos ni podremos evitarlo, y siempre ignoramos mucho más de lo que conocemos. Eso es lo único que hay que saber, que interiorizar, y a partir de ahí llenar el vacío de la mejor manera posible, con toda la ciencia, pensamiento, arte o artesanía que nos pueda aportar algo de provecho, desafíos o placeres intelectuales. Aprender a no hacer ni hacernos daño, a tener un cerebro que nos proporcione pequeñas soluciones en lugar de grandes problemas, y así aprobar por lo menos la asignatura que siempre hemos tenido pendiente y no repetir una y otra vez el curso de los acontecimientos. Aunque no creo que nada ni remotamente parecido a esto vaya a suceder, ni en Afganistán ni en Segovia, y casi que te sientes un ingenuo de los de ir a las olimpiadas sólo por pensarlo o escribirlo. Afortunadamente. 


      

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