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    Ayer vinieron a comer los Trashu: Isa, David y su bebé Camí, que está a un paso de empezar a darlos. Traían víveres en abundancia en su furgoneta, y preparamos un almuerzo sencillo pero muy sabroso, con cogollos y atún, queso de cabra del Jerte, una ensalada de pasta y algo de embutido. Durante el proceso Isa dijo algo que me llamó la atención: "Qué bizarro es el tomillo...". Uno de esos adjetivos dignos de verse y hasta de verso que casi te dan ganas de plagiar, como cuando mi cuñada soltó un día que Esperanza Aguirre era "tortuguil" - aunque bizarra también le pegaría. El lenguaje es un tesoro, y tiene tantas posibles combinaciones con sentido, aunque algunos de la RAE no siempre las consientan - sobre todo si eres un indocumentado, pisaverde o cantamañanas - que no creo que vaya a dejar nunca de asombrarnos. No para de producir neologismos y hallazgos, de estirarse como una goma infinita, y hay tanta poesía por ahí suelta, derramando su amor por él en las frases espontáneas, que no hace falta ni invocar a las musas para que aparezca de pronto. 

   De hecho, hace tiempo ya que nadie las invoca. El último me parece que fue Kase O en su tema "Mierda". En sus tiempos fueron imbatibles, las influencers más seguidas del clasicismo, con miles de visitas diarias, y aunque tal vez nunca llegaron a las cifras de el Rubius, que igual hasta son más de las que declara conociéndole, lo que no se puede negar es que sus nombres tenían mucho más carisma, por mucho que el muchacho haya querido latinizar el suyo así a pelo. Erato, Urania, Melpómene, Terpsícore... Si te bautizan así tienes que inspirar algo por narices, vamos, con sólo presentarte. Ritmo, armonía, rima... Lo que tú quieras, papi. Tú llámame y cuéntame tu fantasía, que si te dejas llevar el resto ya lo hago yo. Aunque son muchas décadas ya de decadencia, y con internet el negocio se ha ido a pique. No sólo el comercio de barrio, que también, sino el de la inspiración celeste. Cualquier chorbo de hoy prefiere pedir un Glovo antes que un soplo divino de Calipso, que pese a sonar más aparatoso, a baile o helado vintage, sale mucho más barato, y creaciones como Amazon se han comido a otras como Euterpe o Polimnia. A estas compañías se les atribuye el espíritu innovador en nuestra época, cuando en realidad no han hecho más que inventar lo obvio. Con las musas vivíamos mejor, al menos los escritores mediocres, y sinceramente me parece una vergüenza que después de haberlas utilizado durante siglos, de haber recurrido a ellas cuando estábamos en apuros y no sabíamos ni qué decir, ahora las tratemos como un kleenex usado y hagamos como que no las vemos cuando se cruzan con nosotros. "Hola, soy Clío... ¿Te acuerdas de mí...?". "¿Clío...? Pues no sé... Eras una modelo de Renault o algo así, ¿no?". "¡Vete a la mierda, imbécil! Sois todos iguales...". 

   A lo mejor no es necesario ni práctico, pero pienso que habría que volver a utilizar los servicios de las musas de vez en cuando. En una sociedad en la que las aspiraciones han eclipsado a la inspiración de un modo tan escandaloso sería de agradecer. Los "¡Oh!" y los "¡por Júpiter!" casi mejor que hayan desaparecido, no digo que no, pero las musas son otra cosa, animan cualquier conversación, y al final tampoco cuesta tanto solicitar su benevolencia y su influjo si vas a soltar algo así al azar. En tertulianos, candidatos, comunicadores y demás retóricos profesionales yo creo que hasta debería ser obligatorio. Igual que contratan asesores pues que traten un poco con las musas también, no te jode. Si no saben lo que dicen por lo menos que lo digan con belleza, con estilo, poseídos por esa iluminación augusta que tanto gusta, aunque luego los olímpicos juegos acaben en Japón... Nada de discursos retocados por becarios: tocados por las musas mucho mejor, háganme caso. Pruébenlo y después me cuentan... Puedo garantizar que como mínimo les prestaré atención.     

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