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    En Soria Ana tenía un bolo de "Por la vida", la serie de recitales colectivos que lleva un tiempo dando con Escandar Algeet, María Nieto y David Trashumante. Fue una de esas ideas espontáneas para compartir escenario y poemas con un nexo común, dialogantes entre sí, y la verdad es que está gustando bastante. En la ciudad el ayuntamiento había organizado unos encuentros poéticos y los invitaron. Muy bien montados, con un escenario tocho y gradas de varios niveles, y unos cuantos grados también de temperatura en el ambiente. A Isa, a Camí y a mí nos dejaron entrar gratis, pero tuvimos que sentarnos en la fila más alta, que era la que estaba reservada para los acompañantes. A veces tengo algo de vértigo, paranoias que me susurran en la mente que todo va a caerse y que acabaré apareciendo en uno de esos programas de refritos con vídeos de gente tropezando por la calle o graderíos que de pronto se desploman mientras todo el mundo chilla de pavor. Son sólo fogonazos que me vienen, nada demasiado grave, pero supongo que suficiente para darle un nueva dimensión a la palabra "localidad". 

    Tengo mis ambiciones, y me gustaría que esos cinco minutos de gloria en la tele que me tocan fuesen un poco más glamurosos. Que el impacto que produzcan no sea el mío contra el suelo mientras todos los espectadores adocenados se cachondean, vamos, sino algo más refinado y con cierta finalidad al menos. Dicen que si no sales en la pantalla no eres nadie en estos tiempos, aunque para salir así casi mejor no serlo. En realidad no ser nadie está muy infravalorado, y bien entendida me parece una aspiración tan legítima como esa otra de "ser alguien", que tanto lustre tiene para algunos que después nunca saben explicar decentemente en qué consiste semejante invento. De hecho, a todas las preguntas de verdad profundas y complejas la gente te suele responder con un: "Eso nadie lo sabe...". La sabiduría digna de ese nombre es cosa de nadies, así de sencillo, mientras que los álguienes andan por ahí pavoneándose y convencidos de manejar grandes secretos existenciales que desconocen por completo. El nadie es en el fondo la madre del conocimiento, su motor tomista o atómico o lo que sea, y en cambio el alguien es el cuñado, el enteradillo que al final es igual de insignificante que tú pero sin darse cuenta siquiera. Sin caer.

   Todo sistema espiritual avanzado nos anima a ser nadies en buena medida. Sin machacarnos ni sufrir por ello; digamos que nos enseñan a nadiar y guardar la ropa, a no permitir que nuestro ego, nuestro alguien, nos arruine el día. Con todas sus diferencias teológicas y prácticas las diversas religiones siempre parten de una misma premisa (la misa y la postmisa ya son otra historia): la existencia de un Gran Nadie que conoce todas las respuestas y misterios y cuya voluntad, y no la nuestra, es la que debemos aceptar para ir bien encaminados. Entre otras cosas porque es la única que se cumple al final, te pongas como te pongas. Si el graderío se va a derrumbar te jodes, no eres nadie para impedir que suceda si tiene que suceder, así que relájate y acéptalo con humildad y todo el buen rollo que puedas. No siendo pasivo, sino compasivo con otros y contigo mismo hasta donde tu alguien te lo permita. Viviendo la vida tal y como es y será en lugar de hacerte daño tratando inútilmente de cambiarla, de crear un mundo a tu antojo. Las religiones bien entendidas en el fondo no dicen que tengas que creer en dios; te dicen que debes de dejar de creer que tú eres dios, y que así te irá mucho mejor, y a todos si esta fe se extiende. Dejar de pensar que eres divino o adivino, para así sentir la divinidad de esa transformación interior en un nadie perfecto que mira y escucha con amor el recital compartido entre el resto de los asistentes.


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