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    Este fin de semana vamos a Majaelrayo a ver a Gara. Está ahí con un par de compañeros tratando de sacar adelante un proyecto rural, de aprender a subsistir en ese tipo de entornos, y cuando Ana le preguntó si necesitaba que le llevásemos algo no lo dudó ni un segundo: "Salchichón y lomo", dijo. 

   Cuando fuimos a comprar el encargo había una pequeña cola en la carnicería, y mientras esperábamos nos fijamos en el perro de la casa de al lado, que estaba allí petrificado y mirando fijamente el escaparate del establecimiento, las salchichas y chorizos y jamones suculentos... Un poco como viendo la tele: lujos y recompensas de los que sólo le separaba un fino cristal, pero que a pesar de su aparente cercanía eran inalcanzables. Simplemente premios con los que salivar. 

   Ana dijo que podría salir un buen relato de ahí: "El perro que soñaba con hacer un butrón". El cuento del chucho que no sabía lo ficticias que son al final ciertas realidades; que por mucho que ladres o estés incluso dispuesto a ser un ladrón nunca serán la tuya. Podría ser una alegoría de la lucha de especies en lugar de la de clases, un relato animarxista o por ahí. Claro que la crítica sagaz no tardaría en ver el sesgo ideológico, el tufo a panfleto, y sin duda preferirían que nos centrásemos más en el drama individual, en esa angustia existencial del perro obnubilado por su vacío, en este caso en el estómago, que de pronto tiene una suerte de epifanía tolstoiana, un súbito fogonazo mental que le lleva a enfocar su atención en el meollo por demostrar en vez de en las mollejas del mostrador. Un sugerente y extático viaje al fondo del autoconocimiento canino, trazado en una prosa poderosa y llena de hallazgos, con el que se podría incluso regalar un dvd con imágenes de perretes haciendo trastadas para que te rías un poco también de vez en cuando. O quizá algo de aventuras: "El canicán Caratriste", la historia de un perro curtido en mil batallas que muerde su vida perra como puede. De esos que levantan el país, o al menos a sus vecinos por la mañana. Noble de corazón, aunque peligroso si te acercas demasiado... Un animal acorralado que sigue sus propios códigos y que en un arrebato de cólera decide saltar la valla y montar él la carnicería a su modo, arrebatar las longanizas a dentelladas. "Para estos colmos tengo yo buenos colmillos", gruñe al iniciar la refriega, "que mil veces prefiero ser vil que servil"... Y ni cuchillos jamoneros ni filosas sierras le amedrentan, ya que pelea por una causa justa, pardiez. "¡Atrás, pisaverdes y busconas...! ¡Que vive dios que aquí mandan mis mandíbulas y he de masticaros el gaznate si no me dais lo que por cuadrúpedo español me pertenece...! ¿Una cola decís que esperáis...? ¡Pues ved lo tiesa y brava que está la mía, que no hay otra en todo el reino que con ella se pueda medir...!". Paralizados por tamaña osadía y valor se quedan los villanos de Cercedilla, y un asturiano afincado allí incluso huye despavorido como si fuese a llevárselo el mismo demonio con las hechiceras que siembran berros en las artesas, que decía don Luis de Góngora, y los sodomitas de mala fe, por no decir maricones putativos para que luego se ofendan los de siempre... Aunque hay que reconocer que un poco sí lo es el personaje.

   La verdad es que hay tantas posibles maneras de abordar el relato para hacer una gran obra literaria que no sabría ni por cuál empezar. Las descripciones y diálogos, o incluso seleccionar con cierto tacto las palabras, es algo que se puede conseguir con trabajo y paciencia, aunque elegir la manera en que un cuento se cuenta es lo que marca la diferencia al final. Todo el mundo ama, pero saber transmitir ese amor a otros, que lo sientan y lo comprendan, es lo difícil. El objetivo que todo artista digno de ese nombre pretende conseguir: capturar las emociones en palabras o imágenes o sonidos... Que se queden ahí y puedan volver a ser revividas. Que no mueran. Demasiado para un jueves, así que lo único que hice al volver a casa fue abrir la nevera y darle un trocito de salchicha a Bruma, como siempre hago al regresar de una salida o un paseo. Porque sé que le gusta, y a mí también. Esa manera en que nos miramos. 



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