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    El sábado vinieron Claudia y Andrés y nos hicieron un asado argentino. Ya casi es una tradición, y supongo que tendremos que acabar llamando a esos días  los asábados o así. Inevitablemente hablamos de series de televisión, o de plataforma más bien, y nos contaron que se habían zampado una producción de sesenta capítulos sobre Simón Bolívar entera, y enterándose además. No sé cómo andan las controversias públicas últimamente, pero tragarse esa cantidad de carne y de bolivarianismo debe de ser una auténtica temeridad. Te pueden caer reproches por todas partes. 

   Nos explicaron que en el colegio, allá en Argentina, no les habían enseñado nada ("ni papa") sobre Bolívar. "Entonces teníamos que estudiar a los Rexes Católicos y esas boludeces...". Pero la historia específica de América, y de Suramérica en particular, era como si nunca hubiera existido, ya que por paradójico que parezca las colonias siempre han estado como apestadas entre los paquidermos ("de ano crinudo", decía Oliverio Girondo) de las academias. Todavía hoy hay gente a la que le da un respingo si se mencionan, y en seguida se ponen en guardia y a gritar que hay que contextualizar y que todo es una leyenda negra y etc. "Imperiofobia", creo que lo llaman ahora, que no sé con precisión lo que es aunque estoy bastante seguro de padecerla. Los imperios me dan canguelo, lo reconozco, cuanto más cerca están más pánico me entra, y en realidad no creo que pase nada por admitirlo. De hecho, lo que me asombra es que haya gente que pueda convivir tan tranquila con uno a su alrededor, sin percatarse de lo dañinos que son. Las fobias se caracterizan y definen por ser irracionales, claro que tenerle miedo al imperio es de una cordura impecable, igual que si te encuentras una cobra egipcia en el salón, y sabiendo encima que ellos te cobran y envenenan todavía más. No entiendo ese empeño en defender la bondad y el esplendor de los imperios, cuando a estas alturas todos sabemos ya la multitud de matanzas y barbaridades que se han llevado a cabo en su nombre a lo largo de los siglos y por todo el planeta... Y se siguen llevando a cabo, ojo, porque en la práctica no han desaparecido. Si acaso sólo de estas teorías tan documentadas y reveladoras, que con tanto contextualizarlos en épocas remotas ni se coscan de que siguen presentes y actuando del mismo modo en que siempre lo han hecho. Un poco como el criollo que yo me metí entre pecho y espalda el otro día, que sin duda provenía de la sangre y las entrañas de algún pobre animal cautivo y sacrificado cuya riqueza devoramos sin plantearnos su origen. Aunque con personas y llamándolo civilización, cultura o libertad... Y sin probarlas. 


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