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    No hace mucho cumplimos un año aquí en Cercedilla y la verdad es que estamos encantados. Teníamos nuestras dudas al principio pero nos hemos integrado bastante bien, y aunque no me veo como uno de esos señores parraos ("parrao" es el gentilicio local, dicen que por las parras que había en casi todas las casas) que andan a cinco grados bajo cero en mangas de camisa, y hasta con un par de botones desabrochados, creo que es un lugar con el que he conectado, sea lo que sea eso. Las montañas transmiten serenidad, solidez, son como enormes budas que te contemplan impasibles o casi como riéndose a veces de tus chorradas. No siempre el wifi, que fue una de las pocas cosas con las que no conectamos del todo al principio, pero por lo demás son un paisaje de fiar y con más ternura de la que se sospecha bajo su aparente dureza y sus inviernos glaciares. Cuando el hielo se les derrite y te muestran su cara más primaveral, sus brotes enloquecidos y su intimidad en torrente, las comprendes mucho mejor y casi te dan ganas de darles unas palmaditas en la espalda y contarles que a veces tú también te sientes así. "Es que no sois polares como dicen los geólogos; sois bipolares, como dicen los psicólogos". Y entonces observar su llanto de agua menuda, de agujas sin malicia que surgen de las tupidas neblinas de sus cumbres haciendo de terapia depuradora para luego reencontrarse de nuevo con la lucidez resplandeciente, con las ganas de vivir y crear. 

    Debería existir una especialidad en psiquiatría para estudiar la mente de los montes, aunque con las movidas que hay en estos tiempos con la financiación sanitaria cualquiera se atreve a proponerlo. En seguida saldría la señora Ayuso con alguna de esas perlas orientales que nos suelta para desorientar, como que las sierras no son las que levantan el país, cosa totalmente falsa, o que si quieren atención pues que se la busquen ellas por su cuenta. "Pero no pueden... Las montañas tienen graves problemas de movilidad, señora presidenta, o presidente mejor dicho, y con perdón por el lenguaje inclusivo y el buenismo inclusive...". "Ustedes los comunistas se creen que todo es jauja, que el dinero sale de debajo de las piedras, pero vayan a buscar en sus queridas cordilleras a ver si lo encuentran allí para invertir en el futuro de nuestra nación... (Aplausos en la bancada popular)... Yo he visto montañas que se pasan el día sin hacer nada, son unas gandules que lo único que buscan son subvenciones para vivir de la mamandurria, y ya va siendo hora de que se diga alto y claro...". "¿Y qué tiene usted pensado hacer con ellas entonces, señora diputadas, digo diputada, con perdón por la incorrección política o lo que sea...?". "Pues podríamos mandárselas a sus queridos amigos de Bolivia, los bolivarianos, que allí las tienen mayores todavía y ya ve usted lo bien que les va... (Nuevos aplausos y ovación populares)". 

   Claro que bien pensado cosas más estúpidas se han debatido en nuestros parlamentos, también es verdad, porque no creo yo que volver a poner España en el mapa o nombrar a los toros patrimonio inmaterial de la humanidad sean proyectos con mucha más sustancia. Y ya puestos hasta podría servir para tenernos una semana entretenidos con el montañas sí o montañas no, y si además lo enlazamos con el peñazo de Gibraltar o los volcanes pues añádele otros cinco o seis días como mínimo a la polémica, que de entrada parece que no da para mucho pero si tiras bien del hilo hasta Ferreras podría sumarse. Acabaríamos viendo reporteros accediendo a las laderas más escarpadas para comprobar en riguroso directo que efectivamente no hay nadie allí, o incluso grupos de negacionistas de los valles explicándonos que en realidad son planos y que nos han estado engañando desde los tiempos del australopithecus o por ahí. "¿Y las cascadas...? ¿Cómo cae el agua...?". "Es evidente: sobre nosotros hay otros seres que la arrojan... Pero no nos los quieren mostrar, no sé por qué...". La conexión ya iba a ser total, vamos, de doce a catorce horas al día, y sin duda estaríamos mucho mejor informados de esa especie de misterio que parecen ocultar, de por qué su presencia sobrecogedora a nuestro alrededor produce la impresión de habernos transportado de pronto a otra realidad más hermosa y pura. La del silencio por fin... 

  


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