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    Reciclar tiene sus ventajas, y una que estamos descubriendo últimamente, al menos aquí en Cercedilla, es que puedes encontrarte un montón de libros en el contenedor de papel y cartón. Un día volvimos a casa con varios de Asimov y Carl Sagan, y en otra ocasión Ana se encontró como cien ejemplares de la colección de clásicos de la editorial Libra. La semana pasada yo me llevé doce novelas de Simenon, y otra de Vargas Llosa: "La casa verde". Contando con unos cuantos más que pillamos en Madrid capital y Villamayor - donde alguien dejó su biblioteca distribuida en pequeños montones de seis o siete libros en cada banco del parque - debemos de tener alrededor de ciento cincuenta volúmenes en casa rescatados de la basura, obras de Plutarco, Turguénev, Voltaire,  Zola,  Pirandello, Dickens, etc., todas en un estado razonable y algunas buenas ediciones o incluso títulos casi descatalogados. 

   A veces también tiran muebles increíbles, y en una ocasión hasta me encontré todo un equipamiento para hacer montañismo sin estrenar. Lo recogí para regalárselo a Gara, que es la que hace esas cosas, y cuando lo vio pensó que era una especie de trampa - no le gusta que le hagamos regalos caros. Que eso de que me lo había encontrado en la basura era un cuento para que aceptase todos aquellos productos nuevos, que sin ser un experto en la materia calculo que debían de superar los doscientos euros en tienda fácilmente. Pero no, no lo era, y recuerdo que yo mismo me quedé a cuadros cuando me puse a revisar el contenido de aquellas dos mochilas en perfecto estado que había junto al contenedor. Pensé que iba a salir una rata a morderme o algo así, pero de pronto saqué una linterna, y un saco de dormir, y ropa impecable... No podía comprender que alguien se hubiese deshecho de todo aquello así sin más, y recuerdo que incluso pensé en una de esas rupturas de pareja en la que una parte arroja las pertenencias de la otra a la calle, su colección se sellos o sus discos de jazz, para que cuando regrese capte la indirecta. Aunque si era un mensaje de ese tipo iba a tener que dárselo en persona, o con una notita en el portal, que siempre es más ecológico o lógico al menos. "Vete a la mierda y no regreses... 3º Izda...", y ya está. Es igual de humillante y todo el vecindario se va a coscar también. Aunque lanzar los objetos queridos así no es práctico, ya que puede aparecer el jeta del portal de en frente y arramplar con ellos antes de que se consume la comunicación o la incomunicación o lo que sea, y lo único que consigues al final es que sea otro quien los consuma. Reciclar ese desamor para convertirlo en un hermoso regalo, que no creo que fuese ni mucho menos tu intención cuando descubriste que te la estaba pegando con la profesora de escalada o el monitor de senderismo, y que por eso las prendas térmicas estaban sin usar. Porque dormían a pelo en la tienda de campaña y calentándose por el sistema natural, y con aquel pedazo de linterna que vete tú a saber qué rol - o rock and rol, que estaban en pleno monte -  jugaría en la fiesta.  

   Se puede deducir mucho de la basura, y de hecho los detectives y fisgones en general es uno de los primeros materiales de investigación al que recurren. Y no sólo de la que producen los particulares; también las sociedades en su conjunto. El otro día escuché en la tele que la nuestra, la española, arroja unos 90 millones de toneladas de comida al vertedero cada año, un malgasto tan brutal de riqueza que incluso existe ya una palabra para denominar a quienes, por necesidad o activismo, aprovechan esos alimentos: los "friganos". Durante años trabajé en el turno de noche de un parking que había en un centro comercial, y recuerdo que sólo en ese lugar se tiraban bolsas y bolsas de pan y bollería del día. Barras, hogazas, croissants, napolitanas, suizos y demás como para abastecer a decenas de familias. Una vez la señora de la floristería, que trabajaba como voluntaria en un banco de alimentos, bajó a preguntarle a la encargada del supermercado si eso no se podía donar allí, que ella se ocuparía del transporte con la furgoneta de su negocio. Y entonces la encargada le contestó que ni hablar, que de ningún modo, y hasta le replicó toda digna y estirada que si acaso ella regalaba sus flores, cuando era evidente que de alguna manera sí estaba dispuesta a hacerlo en forma de tiempo y gasolina y labor. No sé qué conclusión había sacado el célebre Comisario Maigret de Simenon de todo esto, y mucho menos al verse a sí mismo en la pila de papel para reciclar, él que vendió más de 500 millones de libros y llegó a protagonizar 50 películas sólo en Francia. Pero que hay demasiada basura seguro, y que la pobre no siempre es lo peor que te puedes encontrar. 

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