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    Ayer subí a Cercedilla city a hacer la compra y casi a la entrada me interceptó un grupo de niñas de unos ocho o nueve años. "Holaaaa... es queee, estooo... (risas con sordina) ¿podemos hacerle una pregunta?", me soltó una que parecía una versión en miniatura de Gara pero con el pelo corto y gafas. "Sí, claro". "¿Sabe usted qué importancia tiene este lavadero para el pueblo?", me espetó entonces, señalando el viejo lavadero reformado que hay en la zona. Creo que pocas preguntas podrían haberme sorprendido más, y empecé a farfullar vaguedades medio improvisadas. Básicamente les dije que ahora sólo etnográfica o testimonial o lo que fuese, pero que antiguamente las casas no tenían lavadora ni agua corriente, y que entonces un lavadero era algo muy práctico. "Graaaciaaaas...", contestaron entonces a coro. Seguí mi camino dándole vueltas a eso de "antiguamente", porque la verdad es que yo mismo fui muchas veces de crío con mi abuela al lavadero en Asturias, donde siempre había seis o siete señoras ahí frotando la ropa con jabón lagarto y aclarándola luego en la pila. Me fascinaba ese sitio, que cuando no mides ni un metro tiene aspecto de piscina olímpica y casi dan ganas de meterse en él para darse un buen chapuzón en verano. Que con la suciedad y los químicos de las coladas vecinales igual no es la mejor idea, pero cuando el agua vuelve a estar limpia por qué no... Ya quisiéramos muchos tener una bañera de piedra así, aunque en el pueblo donde nació mi abuelo no hace mucho había un oso que por las tardes bajaba a abrevar en él, así que también podrías llevarte una sorpresa desagradable, cosa que no les conté a las niñas no por no aterrorizarlas, que al final yo soy más caguetas que la mayoría de ellas, sino porque seguramente no me habrían creído. "¿Uno oso, dice usted? ¡Uy, qué miedo! Y luego la Bruja Piruja, ¿no? ¡Anda y que te den, calvorota! Si quieres asustarnos vas a tener que esforzarte más...". "¿Ah, sí? Pues que sepáis que había niñas en esos lavaderos, cargando baldes y cubos hasta arriba de ropa cochambrosa de barro y carbón desde que tenían vuestra edad...  Y también se ocupaban de la casa, y de subir el ganado al puerto, y de cocinar, y de los huertos y labranzas, y de remendar y remediarlo todo, y de infinidad de trabajos monótonos y agotadores por los que no les daban ni las gracias, y todo debido a las retorcidas maquinaciones de un ente maligno y de largos tentáculos al que llaman... ¡¡¡el heteropatriarcado!!! (gritos de pánico y llantos)".

    Más tarde pasé a ver a Rafa, y mientras charlábamos apareció un tipo que le preguntó si tenía "ese libro que ganó el Premio Planeta que escribieron tres tíos". Pues sí, claro que lo tenía, y por supuesto le vendió un ejemplar, que de eso vive él también aparte de las novelas que publica (su "Manual de literatura para caníbales" y "Amor intempestivo" son una maravilla, por cierto). Poco después, cuando ya no estaba el señor, me miró sonriendo y me dijo: "¿Sabes que hace como un año un autor de cierto prestigio me confesó que una noche se había acostado con Carmen Mola? Te lo juro...".  Casi nos meamos de la risa. Y siguió: "Pues le debieron de dejar como un comedero de patos, porque sólo uno ya pesa más de cien kilos...". Para que luego digan que la literatura es aburrida. Qué sabrán esos. De hecho, con tanta cosa insustancial como se publica yo creo que habría que ir empezando ya a pensar en una revista del corazón especializada. Los cotilleos del gremio son atómicos, para morirse, y podría llamarse "Lecturas pero a fondo" o "Prontos" o por ahí. Para empezar algo ligero, con la rancia aristocracia de las letras mostrándonos en exclusiva el interior de su velero o su nueva biblioteca de caoba de cabo a rabo, pero luego ya con carnaza de la buena, los mogollones del famoseo más primario con fotos robadas y posados otoñales en Venecia y la de dios. "Lucía Etxebarria amenaza con tirar más de la manta". "Javier Marías amenaza con tirar más de la mente". "Fernando Sánchez Dragó amenaza con tirarse más lo que sea...". Las tiradas iban a ser espectaculares, vamos, y hasta representarían una solución económica para muchos, que mientras no les enchufen el polígrafo en la tele podrían hasta ganar más que con el bolígrafo. "¿Mantuvo usted relaciones sexuales con Carmen Mola? Y si es así, ¿le moló...? Conteste sólo sí o no, por favor...". "Bueno, como escribió Galdós...". "Sí o no, perdone que insista... Es que si no después no vamos a poder hacer la lectura correctamente...".   

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