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    Mariano Rajoy ha publicado un libro: "Política para adultos", editado por Plaza & Janés. Trata sobre el populismo y tal, categoría en la que por lo visto incluye a todos los partidos excepto al suyo y al PSOE. O a lo mejor es que no entendía muy bien su letra, cualquiera sabe, si bien lo que me parece más reseñable del resumen que he leído - el libro no, claro - es su convicción de que Vox acabará pinchando y sus votantes volviendo al redil pepero. 

   Encaja mucho con el carácter de don Mariano, el gallego paciente y estoico que comprende que al final las cosas siempre acaban ordenándose por su cuenta, como en aquella frase lapidaria de Cela en la que afirmaba que aquí no gana el que tiene razón sino el que más resiste. Luchar por luchar es un desgaste innecesario, contraproducente, y la estrategia de Rajoy siempre fue la de dejar que otros se debiliten en sus guerras temerarias para luego, una vez que hayan malgastado sus fuerzas y caído en los errores en los que siempre acaban (o acabamos) cayendo, aparecer tan fresco para llevárselo crudo. Más que la de atacar frontalmente al enemigo su táctica es la de esperar a que el enemigo se equivoque, que siempre lo hace, es inevitable, y cuando lo haga salir a rematarlo tranquila y serenamente, sin populismos. Un poco como Karpov en el ajedrez, al que su eterno contrincante Kaspárov describió como una pitón que lentamente y casi sin que se perciba va asfixiando a sus rivales, aprovechando cada mínima imprecisión que cometen, para acabar estrangulándolos cuando ya no tienen defensa posible. Durante años fue el rey del tablero, el más temible de los grandes maestros, aunque conviene recordar que acabó perdiendo también cuando sus enredos al cuello del personal fueron comprendidos y neutralizados por un plan más creativo y audaz, por una nueva visión del juego. Y eso también suele pasar, cuidado. Con veintidós años, una edad insólita entonces para logros semejantes, y contra todo pronóstico y estado soviético, Kaspárov pasó de estar siendo literalmente vapuleado, de un cinco a cero si mal no recuerdo, a empezar a ganar todas las partidas sin que los asesores del campeón entendiesen cómo. El chavalito de Azerbayián se había iluminado de pronto y estaba dando un auténtico recital. Había encontrado la clave para someter a la pitón Anatoli. Con bastante escándalo la influyente federación rusa detuvo el campeonato para ganar tiempo y estudiar con calma el fenómeno, pero eso fue lo único que se consiguió ganar: tiempo. El título se terminó perdiendo en el siguiente encuentro. Las estrategias también vienen y van, y ninguna es siempre infalible. Saber renovarlas y adaptarlas a cada circunstancia es la cuestión, y empeñarse en usar siempre la misma un fallo garrafal. Años después también Kaspárov perdió contra Krámnik, que había sido uno de sus analistas y empezó a verle algunos puntos vulnerables, como la variante berlinesa, que estaba algo desprestigiada pero que bien estudiada y usada por sorpresa y con alguna innovación dio un resultado favorable. Y etcétera... porque si algo hay seguro en los liderazgos es que cambian. Tener razón o resistir más o menos es secundario y voluble: la versatilidad para encontrar la frase sorprendente y eficaz es lo que gana en política, ya sea apelando a una cosa o la otra o a ninguna en particular. Coincido en que en algún momento Vox se irá a pique, aunque parece que no está claro todavía cómo y cuándo lo hará, ni hasta dónde podría llegar mientras, y sentarse a verlas venir confiando simplemente en ese principio podría tener un final inesperado. Hay que comprender primero cuál es su estrategia, por qué funciona en el contexto en el que estamos y cuál sería la respuesta más correcta y precisa, imaginativa y convincente. Porque siempre existe. Pero hay que buscarla. Iluminarse. 

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