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    Ha dicho Pablo Casado que "a la izquierda sólo le gusta la energía solar". Y que a él también, pero que claro, si los picos de consumo se producen de noche entonces no hay posibilidad de que "emita". Si en el imperio de Felipe II no se ponía el sol, en los amperios del candidato popular tampoco, y ya sólo le faltó empezar a entonar un españolísimo y neoliberal "caro el sol con la tarifa nueva" para que les petase el cerebro definitivamente a los asistentes, que debían de estar aplaudiendo su brillante intervención como el conejito de Duracell con las otras pilas. "¿Acaba de decir que de noche la energía solar no funciona, Borjamari...?". "Sí, pero disimula y sigue sonriendo como si nada, que hay cámaras filmando...". 

   Ana lo vio clarísimo: "Ya tienes hecha la columna de mañana". Aunque yo no tanto, porque a pesar de que semejante afirmación podría pasar a los anales de la política, pero a los anales de culo, me pareció tan exageradamente absurda que no sabía si iba a poder aprovecharse. Era como lo que yo llamo un chiste freudiano, de esos que te los cuentan y entiendes que sin duda hay humor en él, pero no te hacen gracia. En apariencia son artefactos verbales perfectos para que estallen las carcajadas, con todos los ingredientes necesarios, claro que por eso mismo te producen la sensación de que algún psicoanalista gafotas los ha diseñado basándose en los tres o cuatro resortes más comunes que producen la risa en los humanos según su ciencia, mezclándolos luego en su loco laboratorio mental para estimular a lo grande las debilidades de tu libido con la chorrada total. Teóricamente no debería fallar, todo el mundo tendría que partirse la caja, o repartírsela si es b, aunque algo en el subconsciente detecta la manipulación y en lugar de una risa fácil y compulsiva lo que producen estos frankensteins del cachondeo, o franquistains si es humor de derechas, es un efecto que oscila entre la vergüenza y el miedo. Te conducen de pronto a esos terrores nocturnos de tu infancia, cuando todavía no sabías que la energía se puede almacenar y pensabas que la oscuridad de tu habitación sería eterna si el sol no volvía pronto. O si sigues adentrándote hasta el casi inaccesible inconsciente quizá a la caverna primitiva, donde sólo una elemental hoguera proporcionaba a los miembros de la tribu su luz y su calor, y el temor a que una racha de viento la apagara era tal que para evitarlo se hacían sacrificios paganos tan terribles como los que hoy hacemos para pagarnos la factura eléctrica. Y si encima no es un chiste y te aseguran que han llegado a esa conclusión "aplicando la lógica" figúrate. Entonces ya vas a buscar el lorazepam, porque algo en tu interior hace pam y te pones muy pero que muy ansioso al pensar que tal vez esa persona podría acabar dirigiendo tu país y representándolo en las cumbres y tal. De pronto ves a los mandatarios extranjeros totalmente anonadados, su cara de incomodidad en la rueda de prensa que comparten con ese muchacho español que suelta esas pedradas y se queda tan pancho, o "panchou" como dicen ellos, mientras dan unos golpes en la mesa al pinganillo para ver si es que está estropeado o le piden al traductor simultáneo que repita, please, por si a lo mejor es él quien ha interpretado mal el mensaje y en realidad lo que se ha expresado era otra cosa. "No, sir, eso es lo que ha dichou...". A Greta Thunberg ahí entre el público con su pancarta temblándole en las manos a la pobre niña, con su expresión cada vez más furiosa y no sólo porque el planeta se esté yendo al carajo, sino porque para colmo todavía tienen los güidos de burlarse de ella los tíos, cuando cada vez que abren la boca sube el precio del kilovatio... De modo que sí, la columna estaba prácticamente hecha, casi se podía escribir ella sola con la bobada del sol, aunque por otro lado tenía la sospecha de que acabaría derivando en algo tan lamentable y penoso que no sabía si quería continuar tirando de ese hilo. Y es que llega un momento en que asusta de verdad y con razón.